Los asistentes habituales al festival más importante de electrónica de España están que trinan. A pesar de que los programadores del SÓNAR de Barcelona siempre se han reservado alguna reivindicación sorprendente (desde Los Chichos a El Niño de Elche o Camela), la confirmación este año de la presencia de la estrella de la new wave latina, Bad Bunny, ha provocado una reacción de furibundas críticas que llaman al boicot del festival, al considerarla ofensiva. Llama la atención ese rechazo cuando la música del cantante puertorriqueño está realizada prácticamente con sintetizadores y se encuadra perfectamente dentro de uno de los denominadores comunes de la programación: la más absoluta actualidad contra la nostalgia carroza, lo que lleva a a pensar que esta reacción viene alimentada por otro tipo de prejuicios.