Numerosos artistas como Ska-P, La Élite, Porretas, Santiago Latorre, La Raíz o Reincidentes, han cancelado su participación en importantes festivales españoles como el Sónar, Arenal Sound, FIB Benicàssim o Viña Rock al descubrirse que su propietario, el fondo estadounidense KKR, financia empresas israelíes cómplices de la violenta ocupación ilegal de Palestina. Este boicot cultural es una respuesta directa a la brutal ofensiva militar del gobierno de Netanyahu, que desde octubre ha masacrado a más de 36.000 palestinos en Gaza -incluyendo 15.000 niños- en lo que organismos internacionales califican claramente de genocidio. La indignación en el mundo de la música es enorme al comprobar cómo estos festivales, bajo la fachada de diversión, envían dinero a un régimen que bombardeó hospitales, mató a periodistas y dejó a 2 millones de personas al borde de la hambruna. Mientras el ejército israelí sigue asesinando familias enteras en Rafah a pesar de las órdenes de la Corte Internacional de Justicia, muchos artistas consideran inmoral participar en eventos que indirectamente financian esta maquinaria de muerte. El nombre de grupos y artistas que no se callan y usan su música para pedir la paz no para de crecer y ya hemos podido ver pronunciarse (con contundencia) a grandes estrellas como Bruce Springsteen, Björk, Residente (Calle 13), The Weeknd, Massive Attack, Imagine Dragons, Roger Waters (Pink Floyd), Macklemore, Dua Lipa, Rage Against the Machine, Blur, Hozier o el trío irlandés Kneecap (concierto de la foto). Este boicot sigue la estela del movimiento BDS, que pide cortar todo vínculo económico con la apartheid israelí. Cada artista que cancela su actuación manda un mensaje claro: no habrá música ni fiesta mientras siga el exterminio del pueblo palestino. La cultura no puede ser cómplice de crímenes de guerra.